Alejandra, una mujer muy especial para mí, éramos amigos desde ya hacía un tiempo, ella tenía pareja cuando yo la conocí. La primera vez que nos vimos tuvimos una atracción muy fuerte, pero tuvimos que aprender a disimular ante los demás.
Siempre nuestra conexión era muy fuerte, pero lo negábamos e intentamos en lo posible no quedarnos solos, pues esa atracción sería muy peligrosa. Una tarde Alejandra nos invitó a varios amigos a la finca de sus padres a celebrar una fecha especial. Todos estaban entusiasmados, pero yo dije “no, gracias, debo hacer algunas cosas de trabajo, siento no poder asistir”. Pero ella insistió y me dijo, “por favor, ve, la vamos a pasar muy bien, acompáñame”, seguido de una carita mimada.
Acepté ir solo por verla y también estaban nuestros amigos en común, así que nos fuimos para la finca alrededor de las tres de la tarde y llegamos dos horas después.
Todos estaban muy contentos esa noche en aquella fiesta, y nadie se percató de nuestra ausencia, un pequeño juego del destino nos hizo quedarnos solos por un momento y las risas no tardaron en aparecer, nos alejamos un poco sin tener ninguna malicia, pero el deseo de sentirnos camuflados en aquella oscuridad nos alcahueteó aquel momento y sacó a la luz todo aquello que veníamos reprimiendo por mucho tiempo.
¡Pero qué nos pasa! ¿Por qué no podemos detenernos?, mis manos estaban sobre su ropa recorriendo su cuerpo sin permiso alguno, pero al parecer aquel permiso no era necesario. Nos besamos con tal pasión que el aliento nos faltaba y cuando tuvimos un breve descanso ella me dijo: No sé qué pasa, esto es extraño no es lo correcto, acto seguido tomó mi rostro, me dio un beso corto pero violento, se dio media vuelta y se marchó corriendo.Mierda! Que estoy haciendo, ella tiene pareja, no es amigo mío, pero no está bien. Mi mente comenzó a imaginar un montón de cosas lujuriosas con ella, pero a la vez sabía que debía parar y dejar todo allí. Me quedé en aquel lugar por un tiempo hasta que estuve más tranquilo y luego volví a la casa.Al llegar todos estaban bailando, "¿dónde estabas?" me preguntaban, estaba viendo las estrellas, en este lugar se puede ver el firmamento de una forma espectacular y además hay luna llena y lo observé mientras fumaba un cigarrillo.Luego tendrás tiempo para eso, ahora ven y comparte, dijeron mis amigos y acto seguido me dieron una copa de tequila.La noche seguía, Alejandra y yo intentábamos estar distanciados, ella al lado de su pareja y yo con mis amigos, pero era inevitablemente estaríamos en la mente del otro lo quisiéramos o no.En un momento la música de festividades comenzaba y la gente se animaba a bailar, "donde están los hombres que no nos sacan a bailar" gritaba una muchacha muy bonita, "ve sácala a bailar me dijo alguien. ¡no! Soy pésimo bailando, más bien voy a dar una mano para haber el asado. Estaba soplando algunos pinchos de carne y tomando tequila, cuando Alejandra estaba bailando con su pareja, un sentimiento de celos y rabia me invadió por un momento, "que diablos piensas" me dije y seguí en el asador, en un momento la mirada de Alejandra y la mía se cruzaron desnudando lo que sentíamos.Se acabó el tequila dijeron mi amigos, "mis cigarrillos también " dije yo; ¿por qué no vas al pueblo?, está cerca, llévate mi carro, nosotros tenemos que ayudar en algunas cosas de la fiesta. En ese momento la mamá de Alejandra pasaba por allí y me dijo, no, que vas a irte solo y llamó a Alejandra que se encontraba hablando con sus amigas y le dijo: " él va a ir al pueblo, pero él no conoce, ¿Por qué no lo acompañas?" Alejandra me miro muy tímida pero sabía que lo deseaba, yo le dije: no se moleste, no creo que me extravíe; Alejandra dijo con una risa cómplice: acá asustan y luego cómo hacemos buscándote, yo te acompaño, espérame le digo a mi pareja, debe estar en el baño; a lo que su mamá responde; “ese está dormido, ha tomado como loco, ve y lo acompañas rápido”. Sin más que decir salimos de allí pronto, por si su pareja despertaba y bajamos por el camino que alumbraba la luna sin pronunciar palabra alguna.
Rumbo al pueblo intentamos hablar como si nada, obviamente teníamos un nudo en la garganta y un tema que seguía pendiente. Sin tocar el tema de aquellos besos, hicimos las compras y de regreso no soportamos más aquella cercanía peligrosa. “Sé lo que te dije en la finca, pero la verdad no puedo mentirme, ¡te deseo!”, luego de escuchar aquellas palabras, olvidé la moral y el remordimiento, me detuve tan pronto tuve oportunidad a la orilla de la carretera y comenzamos a besarnos desenfrenadamente, "no, espera debemos volver, se que esto está mal y no quieres hacerle daño a tu pareja, me encantas y quiero hacerte mía, pero luego puedes arrepentirte.
Encendí el auto de nuevo y lo puse en marcha, pero ella comenzó a tocarme mi entrepierna, bajó la cremallera del jean y comenzó a darme sexo oral mientras yo conducía, no le dije nada, estaba excitado. “¡Detén el auto! Me suplicaba con voz persuasiva y provocadora”, a lo que inevitablemente accedí sin pensarlo de nuevo. Conduje hasta un tanque de agua a la orilla de la carretera y dejé el auto detrás, para que nadie lograra verlo. Nos bajamos apresurados, pues las ganas y el tiempo estaban corriendo, prendimos la linterna de los celulares y nos adentramos en el monte, curiosamente ella tomó la delantera y me dijo “sígueme”, yo obedecí aquella mujer demente y atrevida pues me encantaba que tomara ese tipo de iniciativas, que fuera tan arriesgada y de sangre “fría”. “Aquí está bien” dijo ella. El lugar no tenía nada de especial, todo eran ramas y árboles, el piso estaba húmedo, solo recuerdo que se escuchaba el sonido del agua pasando, lo que indicaba una quebrada.
¡Mierda!, no tengo condones le dije, a lo que ella por la efervescencia del momento y a punto de ahogarse en su propia humedad dijo: no me voy a detener por unos condones, necesito sentir tu miembro dentro de mi ahora, luego resolveremos ese asunto.
No podíamos llegar sucios a la finca y menos ella. Tomé la chaqueta que llevaba puesta, la tendí en el piso y me coloqué debajo para que ella tuviera el control en ese momento; me recosté sobre un árbol y ella se sentó en mi miembro de inmediato dándome la espalda y colocando sus manos en mi pecho. Ese es uno de los momentos más placenteros e increíbles, cuando estas con esa persona que tanto deseas, y sientes que el miembro irrumpe en la vagina húmeda de aquella mujer por primera vez y sientes la calidez en su interior que te genera ese primer “uhh” y tu cara hace esa mueca de satisfacción y deleite. En este caso nuestros quejidos fueron simultáneos y no era para menos, ya no aguantábamos el más mínimo rose, nuestros cuerpos se necesitaban de forma desesperada.
Sus gritos eran fuertes, tanto que tuve intenté taparle la boca para evitar que alguien pudiera oírnos, pero ella con malicia y apropósito mordía mis dedos, pero prefería eso a llamar la atención de alguien, aunque estaba solo, vacío, en medio del monte y la noche que pintaba lluviosa. Yo intentaba concentrarme en ese momento pero no dejaba de inquietarme aquel momento prohibido. Ella no dejaba de moverse, es como si fuese un terremoto exquisito.
¡Me corro amor, uhh,! fueron sus palabras.
Acto seguido, paró, se dio media vuelta y lloró. Sorprendido le pregunté ¿te pasa algo? ¿te arrepentiste?, pero su respuesta fue nueva para mí, "no, cuando tengo un orgasmo lloro, me siento feliz y es mi manera de expresar algo tan rico. Pero... faltas tu, quiero que te vengas también y quiero seguir acá contigo, muero de ganas por seguir. Se levantó, estiró su mano y se puso contra aquel árbol donde yo me encontraba recostado antes y se inclinó diciendo "¡dale! yo se que te gusta, he visto un par de ocasiones como me miras el culo y también he imaginado tus erecciones por mi culpa", acto seguido la embestí como un depravado y comencé a cogerla de nuevo.
¡Ahhh, ahhhh! Repetía una y otra vez mientras lo hacíamos, sus gemidos aumentando me volvían loco, halaba su pelo con más fuerza, pero no pude tener control, lo solté y tomé su cadera con mis dos manos mientras su culo chocaba con mi pelvis, ¡dame duro! Hasta que este árbol se caiga! Esas palabras te hacen sacar ese ímpetu de macho cabrío y satisfacer su necedad como lo pida ella. Me sentía todo un semental con sus jadeos y el sudor excesivo de su piel, sus lamentos se cortaban con cada empujón que le daba.
No lograba venirme, por más que lo intentaba, el tiempo nos jugaba en contra. Repentinamente comienza a llover de manera estrepitosa, sin darnos tiempo de refugiarnos más, su primera reacción fue parar, lo creyó lógico, pero yo sonriendo me le digo “sigamos, esta lluvia nos servirá de excusa, a lo que ella sin pronunciar palabra alguna de desacuerdo, mueve su cabeza arriba y abajo en sinónimo de aceptación, mordiendo sus labios.
Con maldad y completamente empapada se inclina en su esplendor sobre la chaqueta y dice, “¡sírvete, pero no te vengas dentro, avísame para darte un regalo”. Yo tomé sus nalgas fuertes con mis manos y me enfoqué en sus gemidos de nuevo, al cabo de unos minutos estaba a punto de llegar al clímax y le dije muy agitado y con la voz entre cortada “pronto llegaré”; de inmediato ella bruscamente se cambió de posición, se arrodilló frente a mí y me comenzó a masturbar, yo la tomé de su pelo fuerte y llevé mi pene a su boca, adelante y atrás, mientras ella me veía desde abajo con malicia y sabiendo que era la felación me estaba volviendo loco. Yo no le dije nada, dejé que mis gemidos le hablaran, ella continuaba como si tuviera un bon bon, hasta que pude llegar, me vine en su boca, pero para mi sorpresa ella, se había tragado tomo mi semen, sin chistar y sin dejar una sola gota.
Fue un momento sublime, ella se paró, cruzó sus brazos alrededor de mi cuello y me besó, yo rodeando su cintura con mis manos de dije “me encantas”, ella tímidamente, me dice “quiero que este sabor que tengo en mi boca, siga siendo tuyo, ya no tiene sentido estar con alguien que no amo y no deseo”. En ese momento ni la lluvia lograría borrar el olor en nuestros cuerpos aquel momento mágico e irrepetible.
La lluvia aun arreciaba con fuerza, los relámpagos iluminaban el camino de vuelta, nos subimos al carro completamente empapados, seguimos el camino a la finca y subimos aquel camino pantanoso por la lluvia, para que nadie sospechara y fuera la misma lluvia la cómplice del pecado de nuestra cercanía peligrosa.
Al llegar, no había luz, la tormenta tan fuerte hizo estragos al parecer, todos estaban dentro de las habitaciones a la luz de las velas. La madre de Alejandra al verla corrió a secarla, Alejandra por su parte pregunto por su pareja, pero su madre le dijo que este no despertaba aún. La madre de Alejandra me dijo “Por amor de Dios muchacho, sécate, te vas a enfermar”, y yo le respondí, “es usted muy amable, pero no se preocupe, el olor de la lluvia esta noche, tiene un sabor muy especial y peculiar… me encanta esta humedad”.
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