Me encontraba caminando por tierras cafeteras, en un lugar rodeado por laureles que engalanaban el paisaje. De pronto observé un establecimiento muy colorido y tranquilo del cual salía un delicioso olor a café fresco, así que decidí entrar allí.
Quedé perplejo cuando mis ojos vieron a la que para mí era la mujer más hermosa que jamás vieran alguna vez. Una diosa de estatura promedio, su complexión troza, el pelo color ámbar, ojitos de Swarovsky, su cabellera larga y brillante adornaba su cintura, su voz mágica y sensual como el más excelso tango de Gardel.
Tomé asiento y enseguida aquella mujer se acercó a mí y me preguntó: ¿Qué deseas?, pasaron mil cosas por mi mente en ese instante y apenas logrando salir de mi estado de shock solo pude decirle –quiero café-.
Ella me preguntó si quería acompañarlo con algo más, a lo cual yo respondí: –Curiosamente ¡sí! - más depende de ti, pues sería un placer que fueras tu esa compañía para beber mi café, ya que tengo la convicción que cada sorbo me sabría mejor a tu lado, así que con el mayor respeto y admiración te pido que por favor tomes asiento y bebas una taza conmigo.
Ella sin pronunciar palabra alguna ante mi petición tomó nota, sonrió y se marchó. Al cabo de un par de minutos regresó con dos tazas de café y se instaló en la mesa como yo se lo había pedido, me vio a los ojos, me extendió su mano y me dijo "mucho gusto, me llamo Daniela".
Estreché su mano mientras veía su rostro con alegría y Le dije: – Daniela, es un gusto, creí que el estar en este lugar se debía al exquisito olor a café, pero ahora comprendo que fue la fragancia de tu sonrisa mimetizada en el aire la que me sedujo, por eso recibiré con agrado cada taza de café que decidas ofrecerme.
Ella muy sonriente y con cierto tono de malicia me respondió – No estés tan seguro, no me conoces "aún", quizá el café pueda contener veneno, ¿Qué harías entonces romeo?;
yo sonreí tenuemente y le contesté: –te besaría inmediatamente, pues con seguridad el antídoto se encuentra en tu boca, acto seguido tomé un sorbo de aquel café y le dije seriamente: - Quiero café, del color de tus ojos y el sabor de tus besos, irme de aquí sin besarte no es opciòn para un "moribundo" enamorado, ya he tomado del cafè de tu alma y si debo morir que sea bajo el letargo de tus besos-
No sé si el café contenía veneno o no, pero me acerqué lentamente a su rostro y comencé a besarle suave y dulcemente hasta asegurarme que viviría para enamorarla.
Me llena de amor y dulzura esté escrito